Después de pasarme varias fotos de su viaje por el Transiberiano, Dani me manda un relato espectacular de cómo fue su viaje. Gracias, Dani. Yo no tengo palabras para describir el texto, porque, sinceramente, mientras lo leía me he imaginado dentro de ese tren con tanta historia y no he podido para de soñar. Os dejo el relato de Dani:
El Transiberiano por dentro
Soy viajero por naturaleza. Mis padres y mis tíos nos educaron entre la tienda de campaña y la caravana. Éramos trashumantes estivales, de un lado para otro, intentando empaparnos de otras culturas, de otras maneras de entender la vida. Puedo decir que asistíamos desde pequeñitos a una extraña y divertida universidad de verano.
Ya estoy pensando en mis próximas salidas, quizá Lisboa, probablemente Marrakest y, casi seguro París, la ciudad a dónde procuro ir todos los años algún fin de semana. No tengo otros vicios confesables, pero viajar da sentido a todo lo que hago durante el resto del año.
Este verano, después de barajar otras opciones, decidimos hacer el Transiberiano. Todavía somos jóvenes, no tenemos familia y podíamos permitirnos ciertas dosis de aventura.
Llegamos a Moscú, allí estuvimos cuatro días antes de coger el tren. Pateamos la ciudad, no nos dejamos ningún detalle, nos llovió, nos hizo sol, nos granizó, de todo un poco.
Moscú es inmensa, tiene todavía ese toque gris del comunismo (quizá sea mi imaginación) que le confiere un carácter especial. Gigantescas obras dan la bienvenida a la especulación capitalista y cantidad de nuevos ricos pasean con sus coches de origen americano. En Moscú hay que perderse por las calles que rodean al conservatorio, llegar hasta el edificio de la antigua KGB, entrar en el antiguo circo estatal y bajar hasta la fábrica de chocolate "Red October", en el río.
Otro cantar es el metro o, como ellos lo denominan: "el palacio de los pobres". Simplemente espectacular. Lámparas que cuelgan hasta el suelo, estatuas gigantes de los héroes de la Gran Guerra, frescos en las bóvedas y, por supuesto, Lenin, al que se hace referencia en casi todos los sitios.
De casualidad, pero tampoco faltamos al derbi Spartak de Moscú vs Lokomotiv y es que en cualquier sitio el fútbol es siempre una pasión de masas.
Cogimos un lunes el Transiberiano, ahí conocimos a los compañeros que íbamos a tener en el viaje. De todo, italianos, franceses, portugueses, brasileños y, gibraltareños.
Primera parada, Kazán, capital de Tartaristán, para que nos entendamos: los tártaros. Mayoría musulmana y un centro histórico, el Kremlin declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2000. El Volga en todo su esplendor y un tono gris característico en casi toda la República Rusa. Pasamos un día espectacular y la guía que contratamos un francés, George Labouff, y yo como para perder la cabeza.
Este año, descubrí todo lo que supone ser campeón de europa en fútbol. Los españoles teníamos otro grado, muchas personas nos recordaban el reciente campeonato. Realmente habíamos ganado todos, ¡acojonante!.
De Kazán marchamos a Ekaterinburgo, ciudad famosa por que allí fue asesinada la familia del zar Nicolás II, Romanov. Toda la ciudad gira entorno a los maravillosos templos que, clandestinamente en época soviética, fueron erigidos en el bosque donde fueron sepultados tras su aniquilamiento:
"A la una y media los guardias despertaron a los prisioneros. Les dijeron que debían llevarlos al sótano para ponerlos a salvo de los bombardeos que amenazaban la ciudad. Nicolás, su esposa Alejandra, sus cinco hijos, el médico de la familia y tres sirvientes, todos bajaron al sibsuelo ignorando que a pocos metros de la casa un camión aguardaba para transportar sus restos. Era la madrugada del 17 de Julio de 1918.En marzo del año anterior, presionado por la revolución bolchevique. Nicolas II había abdicado e favor de si hermano menor, el gran duque Miguel. Pero a Miguel no le interesaba asumir el poder en medio del desorden general que sacudía el país. Su rechazo puso fin al reinado de la dinastía Romanov, que había gobernado Rusia desde 1613.En mayo del año siguiente, los Romanov fueron conducidos en calidad de prisioneros a la ciudad de Ekatreimburgo, en el lado oriental de los montes Urales. Los alojaron en la casa Iptiev, perteneciente a un rico comerciante de la región. Meses después de la guerra civil recrudeció y los opositores del gobierno bolchevique se dirigieron directo a Ekatreimburgo. Pero Lenin no estaba dispuesto a permitir que los defensores de la monerquía liberaran a la familia Imperial.Consigna: eliminar todos los rastros.Cuando llegaron al sotano, los hicieron alinearse contra una pared. El que estaba al mando leyó en voz alta la orden de ejecución. A continuación, sin el menor miramiento, el pelotón acribilló a los prisioneros y los remato a bayonetazos y golpes de culatas Luego despojaron los cuerpos de sus ropas y los subieron al camion que esperaba afuera...".
Allí también fue donde se creo la leyenda de la supuesta supervivencia de Anastasia, la pequeña de las cuatro niñas. El más pequeño era el zarevich Nicolás que también murió. Una historia que si tenéis oportunidad de informaros es apasionante.
No dejamos de ir al límite natural que separa Europa de Asia, en mitad de los Urales. El pto. en concreto está a unos 30 km de la propia ciudad y, simplemente, es curioso. Te dan una acreditación, brindas con champán y a otra cosa mariposa.
Nos marchamos de Ekaterimburgo camino de Novosibirsk, capital de la Siberia Occidental. La ciudad no es gran cosa, pero encierra historias apasionantes. Por lo pronto, es una de esas antiguas ciudades soviéticas donde recluían a un gran conjunto de investigadores y científicos, eran las ciudades cerradas dedicadas a la investigación. Es cierto que estos científicos vivían en mejores condiciones que el resto de la población, pero no podían ni salir ni entrar de la ciudad. En el caso de Novosibirsk, la ciudad estaba centrada en el desarrollo armamentístico y mineralogía.
Los paisajes de Siberia son impresionantes, el árbol nacional es el abedul y te quedas con la boca abierta viendo extensiones infinitas de bosques de abedules. Desde el tren puedes pasarte horas viendo bosques, no te cansas nunca.
Desde Novosibirsk hasta Irkust y el Lago Baikal, son dos días en tren, en principio no íbamos a parar, pero una avería nos permitió apearnos en Krasnoyarsk, capital de los cosacos siberianos y ciudad del Yenisei, un jodido río que parece un mar. Estuvimos muy poco, pero sirvió para llevarnos una grata imagen de la ciudad y estirar un poco las piernas. Además, todo estaba mucho más barato y compré un par de memorias para la cámara fotográfica.
Llegamos a Irkust al día siguiente, caía agua como no había visto en mi vida y nos perdimos mucho del encanto de la ciudad. Lo importante, el lago Baikal, una quinta parte de toda el agua dulce del mundo está ahí, el "ojo azul de Siberia" como allí lo llaman. 1650 m de profundidad, 640 Km de largo, 80 de ancho. Está cojonudo el OMUL, un pez exclusivo de allí y que ahumando es verdadero lujo. También es curiosa la presencia de las nerpas o focas del Baikal, únicas de agua dulce.
El transiberiano rodea la parte sur del lago, sigue la costa del lago entre el agua y las montañas, el espectáculo bien merece la pena de todo el viaje. No es raro ver algún oso acercarse a pescar. La siguiente etapa nos llevaría a Ulan Udé, frontera con Mongolia.
Estuvimos más de ocho horas con en el tren parado, nos revisaron los visados, se clausuraron los baños del tren y no podíamos salir de nuestras cabinas. Fué un día largo, incluso a mí me requisaron los libros que iba leyendo y todavía no sé por qué. Con todo solucionado cogimos un nuevo tren, el Transmongoliano y marchamos hacia el interior del país.
La noche la pasamos de camino a Ulanbataar, la capital de la República de Mongolia. Allí no nos detendríamos, volveríamos unos días más tarde. Ahora nuestra meta era el Parque Nacional de Tereij. Allí había que ir en caballo, el animal sagrado de Mongolia y pasar un par de noches durmiendo en un ger (tienda de campaña típica), ahí empezaron mis problemas. Me puse tibio en la cena de carne de yak y me intoxiqué. ¡Vaya días que pasé!, incluso me denegaban la entrada a China y me anularon mi visado. De vuelta a la capital, apenas puede verla, me dediqué a restablecerme y poder recuperar mi visado. Al final, después de mucho trabajar en la embajada conseguí de nuevo el visado y pude contemplar una de mis ilusiones, el desierto del Gobi. De Ulanbataar tengo que decir que es la única ciudad que conozco donde, a pesar de vivir cerca de millón y medio de habitantes, todavía el 50% lo sigue haciendo en GER (tiendas de campaña). Por otra parte, atraversar el desierto en tren es la única forma medio sensata de hacerlo, creedme.
Llegamos a Pekín, cinco días antes del comienzo de los Juegos, la ciudad que conocía de cuatro años antes ha cambiado, está realmente bonita. Nos impiden volver a visitar la Gran Muralla, está cerrada al público porque la antorcha ha de pasar por ahí. Pekín no tiene desperdicio para nada: El Templo del Cielo, La Ciudad Prohibida, La Ópera, El Circo, los hútòngs o callejones de la ciudad vieja (espectaculares), Tian`nanmen, el Palacio de Verano.
Para las compras, pues el sueño de todo comprador compulsivo y el centro de todo este lío: El Mercado de la Seda, al sur de Tian`nanmen. Un edifico de ocho o nueve plantas donde encuentras todo, y digo bien TODO a precios que para los europeos, en general, pueden ser ridículos. No sé si serán imitaciones, verdaderos, con taras, pero lo tienes todo.
Nos salieron ampollas en los pies de patear Pekín y cuando el cuerpo y el tiempo no daba para más nos volvimos a nuestra casa con ganas de coger dos huevos fritos y un poco de vino y jamón.
Dani.
PD: La foto es de la muralla del Kremlin. La hizo Isma, mi cuñado y hermano de Dani, cuando estuvo allí con 'The Locos'.
PD2: Del texto de Dani: "Éramos trashumantes estivales, de un lado para otro, intentando empaparnos de otras culturas, de otras maneras de entender la vida".