(Foto: http://www.lacoctelera.com/)
Kip ha aceptado el reto.
La bolsa
Mis recuerdos del pasado estaban en una bolsa de una tienda de regalos del aeropuerto. Exactamente, 53 fotos, un entonador electrónico para bajo, las instrucciones de un viejo móvil Nokia de la compañía Airtel y unos cascos azules de esos que te regala la empresa ALSA en los viajes de larga duración. Viajes en los que veía películas de acción que luego echaban cada dos meses en las televisiones autonómicas. Cuando yo, vestido de payaso, iba con un florero lleno de rosas sobre mi hombro y la cara pintada con una luna morada y una estrella negra. Cuando, como un florero, me tapaba esa misma cara al despertar y soñaba con situaciones ficticias mientras la brisa del atardecer silbaba sobre las olas del sucio Mediterráneo.
Con el tiempo, de arlequín pasé a observador. Y me enamoré locamente de cien chicas desconocidas. Una en Nueva York, tres en París. Otra en Cáceres, la última en aquel lugar del que nunca quise regresar. Todas copias ridículamente imperfectas del original. Todas únicas. Y no tenía palabras, ni miradas, ni sentimientos, ni sonrisas, pero no me hacía falta porque mis recuerdos estaban en una bolsa de una tienda de regalos del aeropuerto.
Fueron esos ojos champagne. Esa sonrisa de oreja a oreja. Ese verano interminable. Ese piercing en el ombligo. Esos besos, abrazos y caricias. Esa timidez del inicio que luego se convirtió en pasión. Esos suspiros en la boca que quizá fueron equivocados. Tu pesimismo crónico en lucha continua con mi ilusión. El cariño de nuestros amigos. Las miles de locuras regadas por música interminable y cigarrillos Chesterfield.
Nos amamos antes de que tú cumplieras tu deseo de ser feliz. Nos separamos antes de que yo pudiera conocerte. Sólo supe de ti en fotos y conversaciones ajenas. Nunca escuché tu voz. Tampoco hizo falta. Porque mis recuerdos del pasado estaban en una bolsa de una tienda de regalos del aeropuerto.
Kip.
PD: De Kip: "Nunca escuché tu voz".
Kip ha aceptado el reto.
La bolsa
Mis recuerdos del pasado estaban en una bolsa de una tienda de regalos del aeropuerto. Exactamente, 53 fotos, un entonador electrónico para bajo, las instrucciones de un viejo móvil Nokia de la compañía Airtel y unos cascos azules de esos que te regala la empresa ALSA en los viajes de larga duración. Viajes en los que veía películas de acción que luego echaban cada dos meses en las televisiones autonómicas. Cuando yo, vestido de payaso, iba con un florero lleno de rosas sobre mi hombro y la cara pintada con una luna morada y una estrella negra. Cuando, como un florero, me tapaba esa misma cara al despertar y soñaba con situaciones ficticias mientras la brisa del atardecer silbaba sobre las olas del sucio Mediterráneo.
Con el tiempo, de arlequín pasé a observador. Y me enamoré locamente de cien chicas desconocidas. Una en Nueva York, tres en París. Otra en Cáceres, la última en aquel lugar del que nunca quise regresar. Todas copias ridículamente imperfectas del original. Todas únicas. Y no tenía palabras, ni miradas, ni sentimientos, ni sonrisas, pero no me hacía falta porque mis recuerdos estaban en una bolsa de una tienda de regalos del aeropuerto.
Fueron esos ojos champagne. Esa sonrisa de oreja a oreja. Ese verano interminable. Ese piercing en el ombligo. Esos besos, abrazos y caricias. Esa timidez del inicio que luego se convirtió en pasión. Esos suspiros en la boca que quizá fueron equivocados. Tu pesimismo crónico en lucha continua con mi ilusión. El cariño de nuestros amigos. Las miles de locuras regadas por música interminable y cigarrillos Chesterfield.
Nos amamos antes de que tú cumplieras tu deseo de ser feliz. Nos separamos antes de que yo pudiera conocerte. Sólo supe de ti en fotos y conversaciones ajenas. Nunca escuché tu voz. Tampoco hizo falta. Porque mis recuerdos del pasado estaban en una bolsa de una tienda de regalos del aeropuerto.
Kip.
PD: De Kip: "Nunca escuché tu voz".
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