Fruto de la casualidad, Clotilde Clo Clo me manda un excelente relato para el blog. Gracias, Clotilde. Os dejo su relato:
El anuncio
Definitivamente su inspiración, aquella vena creativa que solía palpitarle en las sienes abundante y desenfrenada, se había agotado. Había conseguido lo que se había propuesto tiempo antes, sacrificando noches de sueño, ratos de vida por estar donde estaba. Era un triunfador. Y además lo había conseguido en un tiempo récord.
Llevaba algunos años trabajando en el departamento creativo de una gran agencia. Había llegado allí tras algunos años de prueba como un becario más, de esos que se dejan chupar la sangre con una sonrisa en el rostro y el ansia de ascenso firme en la mente.
Ahora era él el que podía chupar la sangre a media docena de universitarios bien dispuestos y con la cabeza llena de ideas. Sería tan fácil ponerlos a pensar en su campaña, recolectar la lluvia de pensamientos y simplemente elegir, firmar y entregar el trabajo sin más problemas. En cambio no era eso lo que él deseaba, ni su idea del trabajo bien hecho. Ser director de arte había sido una meta desde el inicio de su carrera, y ahora que estaba allí, sabía que podía hacerlo, sólo necesitaba una idea y algo de tiempo para gestarla. Pero tiempo era precisamente lo que no tenía. En dos días debía entregar varios bocetos o la campaña volaría de sus manos.
Esa noche hacía calor, o a él se lo parecía. Su mujer dormía a un lado de la cama, con una pierna descolgada hacia el suelo y un diminuto camisón azul. Fue a la nevera y cogió una lata de cerveza, que fue la primera de una larga tanda de tragos desesperados.
Por la mañana, un dolor de cabeza intenso le desconcertó. Levantó la vista y vio que se había dejado encendido el ordenador. La pantalla aún devolvía una infinidad de ideas descabelladas, atrevidas e ingeniosas de las que no se creía autor.
Los dos días siguientes trabajó con empeño en el proyecto. Sentía la misma ilusión, la impaciencia insoportable de otras veces. Se moría por ver los resultados de ventas, las palmaditas en la espalda del resto del gremio. Una triada de anuncios salió publicada inmediatamente.
A los pocos días, salió a leer un libro al parque de invierno del barrio, en el que no había ni un árbol, y donde solía inspirarse. Un perro pequeño con cara de pocos amigos se acercó a su banco y sin reparo alguno, cagó justamente a su lado. La dueña, una rotunda señora de grandes labios, se acercó disculpándose.
- Ay... lo siento... perdone usted, este Milú es que no respeta nada, es un libertino.¿Eh, Milú?, pídele perdón al señor.- Y arrancando sin piedad la hoja con el anuncio de un perfume recientemente lanzado de una revista, recogió con él la caca, que impregnó el cuerpo de una modelo que dormía distraída, embadurnada en sudor, tapada únicamente por un camisón añil. Seguidamente, la señora hizo una bola con el papel y la tiró a la papelera, para alejarse definitivamente sin dejar de hablar con su perro:
- No aprendes, Milú, no aprendes. Tu caquita, cuando no haya nadie cerca, Milú... ¿no ves? has disgustado al señor, ¿has visto qué triste se ha puesto?
Clotilde Clo Clo.
PD: Del relato de Clotilde: "Definitivamente su inspiración, aquella vena creativa que solía palpitarle en las sienes abundante y desenfrenada, se había agotado".