Una canción nunca suena dos veces de la misma manera. Es lo primero que viene a mi cabeza mientras escucho ‘Paint it black’ en los desagradables altavoces de mi ordenador. El sonido es una mierda, los Rolling parecen aullar en lugar de tocar, pero da igual: ahora consumimos música como si fueran preservativos o Big Macs. No importa la calidad, sólo la instantaneidad. El sueño de ser la próxima Britney Spears. De llegar al número uno de las listas. De cantar el Umbrella de Rhianna.
Las canciones se convierten en clásicos en tres semanas y los clásicos se convierten en basura al mismo tiempo que el disc jockey da al play de la última producción de Timbaland. Consumimos música y cine al mismo tiempo que comemos un sándwich o discutimos sobre política. Alardeamos de conocimientos y no nos damos cuenta de que el mundo nos individualiza cada día más. Serán los blogs, será que la información se transmite por los cauces inadecuados. Será la manía de la gente de tener que epatar con todo porque epatar es el nuevo verbo principal de la humanidad.
- My Space es el zapatito de cristal de nuestra generación.
viernes, 9 de mayo de 2008
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