Aniversario Necio

jueves, 29 de mayo de 2008

Si el cine fuera justo...


Me manda un mensaje mi amigo Julián y me dice que escriba un artículo crítico sobre su última obra. Para contextualizarlo, os explico que Julián de la Fuente es el líder y alma máter de Baidefeis, la asociación cultural de referencia en el mundo cinematográfico de Guadalajara. Decenas de jóvenes alcarreños que dedican el tiempo libre a hacer cortometrajes sólo por el venerable mérito de que aman el séptimo arte. Sin dinero, ni recompensas. Sólo por el eterno placer.
Hoy era un gran día en la historia de Baidefeis. Julián estrenaba Nombre, grado, unidad. Su Tesis. Su Ciudadano Kane. El corto más ambicioso en la historia de la asociación, el más profesional, el que más trabajo ha costado. Yo, lo reconozco, hice trampa y ya había visto el corto en su casa, pero después de verlo tres veces a lo largo del día de hoy puedo manifestar sin miedo a equivocarme que la espera ha merecido la pena.
No soy objetivo –conozco a Julianín desde hace veinte años-, pero tampoco pretendo serlo. El corto es una excelente recompensa para una persona que merece todos los halagos que la humanidad pueda gritar. Un cineasta de vocación que adoraba a los directores clásicos cuando yo me reía con Porky’s. Que hablaba de los directores de fotografías de las películas cuando yo me interesaba por el cine según fuera la actriz que enseñara sus tetas en la pantalla.
Hablo de adolescencia contra conocimiento. De dedicación y sabiduría contra hobby pasajero. Porque si la industria del cine fuera justa, Julián tendría un sitio reservado entre los elegidos. Por vivir para el cine. Por pensar cine. Por ser cine. Por hacer un corto, el primero, sin recursos. Pero con una ilusión que salvaría a todos los hambrientos de África. Ilusión, esa es la palabra que mejor le describe.
Todo un maremágnum de sentimientos que Julián ha sabido llevar a la pantalla de Nombre, grado, unidad. Me consta –varias cenas de amigos en mi casa sirven de testigos- que a Julián este corto le ha costado verdaderos quebraderos de cabeza, pero –me repetiré hasta la saciedad- el resultado bien lo merece. Primero por rescatar una historia emocionante, real, bien contextualizada –gran mérito también para los coguionistas Rafael Alcalá [no sabes cuanto te agradecemos algunos que tú fueras nuestro profesor] y José Vicente Carrasco- y saber imprimirla en la imagen. Nombre, grado, unidad son algo más de diez minutos de buen cine, de cine con mayúsculas. Cine que reviven los 80 –excelente el trabajo de arte y de vestuario-, pero que nos trasladan irremediablemente a la maestría del cine soviético. A los planos medios, a los picados, al color saturado, casi quemado. Todo con una banda sonora –preciosa la canción de los títulos de crédito- y un sonido atrapador, a medio camino entre el aire marcial y los juegos de niños. Y con unas actuaciones creibles para la historia y una frase final –que evidentemente no voy a desvelar- que podría pasar sin problemas a la historia del cine.
No quiero extenderme más, aunque bien podría hacerlo. Pero me alegro sobremanera de haber sido uno de los causantes en un infimo porcentaje de que Baidefeis naciera. De que Julián se dedicara a este mundo. Su mundo. Nunca pierdas la ilusión, Julianín. Nunca dejes de dedicarte a esto. Nunda dejes que nadie te diga lo que tienes que hacer. Tú vales mucho más que casi toda la gente en este injusto mundo cinematográfico lleno de medianías. Me alegro de ser tu amigo. Y te acompañaré hasta Irán. Todo sea por Nombre, grado, unidad.
PD: Porque el destino se había escrito en el brazo izquierdo de él.

5 comentarios:

  1. Desde algún lugar más recóndito aun que el corazón y la mente. Te agradezco unas palabras que me llegan al alma, amigo Sergio. No soy, sino lo que veis en mí; así que gracias por ayudarme a verlo.

    Un abrazo.

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  2. No hay nada que agradecer, Julián. Simplemente es la verdad.

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  3. Es que nuestro Julián es mucho Julián. Muchas gracias!

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