(Foto: http://www.ningo.com.ar/)
Cansado de escribir sonetos a las doce chicas del calendario, se echó una siesta. Sus párpados estaban cansados después de dos días seguidos de somnolencia. Sólo la botella de Four Roses le mantenía con vida.
- ¿Serás tú la ninfa de mis plegarias?
Una pregunta que le martilleaba en la cabeza una y otra vez. Las pestañas de Agosto le gustaban, pero Enero tenía esa mirada que siempre había deseado. Desde que era pequeño e intercambiaba relatos por alcohol. Cuando escribía breves poemas en la última fila de la misa de once. Antes del cigarrillo a escondidas en el patio. Después de atiborrarse a golosinas en la tienda de la cuesta.
Ahora sus sonetos asonantes carecían de esa inocencia. No tenían la lógica ni la sonoridad que él pretendía. Estaban llenos de impulsos estudiados, de reacciones casuales a problemas sugeridos. Influenciados asquerosamente por el amor. Sin pasión.
- Se repetía: ¿Serás tú la ninfa de mis plegarias?
No había escrito un verso que mereciera la pena desde hace más de una década. Desde que tuvo 18 años. Cuando los besos en la comisura de los labios le sabían a mojitos con yerbabuena. Pero, al fin, tenía una línea por la que seguir viviendo.
Abrió los ojos y cogió corriendo el lápiz y la libreta. Ya lo tenía. Y escribió:
¿Serás tú la ninfa de mis plegarias?
Kip.
PD: De Kip: "Cuando los besos en la comisura de los labios le sabían a mojitos con yerbabuena".
Cansado de escribir sonetos a las doce chicas del calendario, se echó una siesta. Sus párpados estaban cansados después de dos días seguidos de somnolencia. Sólo la botella de Four Roses le mantenía con vida.
- ¿Serás tú la ninfa de mis plegarias?
Una pregunta que le martilleaba en la cabeza una y otra vez. Las pestañas de Agosto le gustaban, pero Enero tenía esa mirada que siempre había deseado. Desde que era pequeño e intercambiaba relatos por alcohol. Cuando escribía breves poemas en la última fila de la misa de once. Antes del cigarrillo a escondidas en el patio. Después de atiborrarse a golosinas en la tienda de la cuesta.
Ahora sus sonetos asonantes carecían de esa inocencia. No tenían la lógica ni la sonoridad que él pretendía. Estaban llenos de impulsos estudiados, de reacciones casuales a problemas sugeridos. Influenciados asquerosamente por el amor. Sin pasión.
- Se repetía: ¿Serás tú la ninfa de mis plegarias?
No había escrito un verso que mereciera la pena desde hace más de una década. Desde que tuvo 18 años. Cuando los besos en la comisura de los labios le sabían a mojitos con yerbabuena. Pero, al fin, tenía una línea por la que seguir viviendo.
Abrió los ojos y cogió corriendo el lápiz y la libreta. Ya lo tenía. Y escribió:
¿Serás tú la ninfa de mis plegarias?
Kip.
PD: De Kip: "Cuando los besos en la comisura de los labios le sabían a mojitos con yerbabuena".
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