Hablemos claro: odio lo políticamente correcto porque en todo aquel que dulcifica el mensaje está el que realmente clasifica la sociedad. Tan clasista es el progresista que sólo quiere amigos proletarios, como el pijo que se rodea de amigos con los bolsillos llenos de billetes. Y las dos situaciones me parecen al mismo nivel de racismo social. No hablo de división habitual de la sociedad, sino de conductas excluyentes. De todo aquel que divide en vez de conjuntar. En vez de fomentar la colaboración.
Directo, sin remilgos: Tú robas. Yo soy pobre. Él es listo. Yo gilipollas. Él folla. Ella es virgen. Aquel está gordo. Ella es anoréxica. Intentaremos buscar el sinónimo más nimio para, al final, deformar la realidad. Porque en esa realidad las verdades duelen y son crueles, pero nunca llevan al engaño. Nunca llevan a deformar las vivencias grupales.
Y, en el supuesto, alguien terminará diciendo: “No, no quiero ser tu novio. Sólo quiero que seamos amigos”; cuando en el fondo de sus entrañas quería gritarle al eco: “Te amo. Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida”.
El miedo al ridículo y a lo que piensen los demás es el mayor peligro de la autorrealización personal. El temor a no ser correspondido o aceptado por los que te rodean es el principal problema para la sinceridad. Lo políticamente correcto nos corrompe. La verdad, mi verdad, tu verdad, es el único camino.
Kip.
PD: Repetitiva de Kip: "La verdad es el único camino".
jueves, 10 de julio de 2008
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