Aniversario Necio

viernes, 6 de junio de 2008

El poder de la sonrisa femenina

Álvaro, y cito sus palabras, sigue llenando este espacio con sus artículos melancólicos deprimentes. Yo aprovecho para recordaros que mañana por la mañana se acaba el plazo para participar en Cinco canciones para tu nacimiento y se procederá al recuento de votos y la confirmación de la canción ganadora. Para participar en La dualidad del ser humano todavía hay tiempo hasta el sábado siguiente. Y también se puede participar en los comentarios de la mejor canción de la historia de Queen. Gracias, Álvaro.




(Foto: http://www.dentrocine.com/)

El poder de la sonrisa femenina

Soy de los que piensa que el planeta iría mucho mejor de lo que se encuentra ahora si los gobernantes fueran mujeres o al menos alguna de ellas emergiera como presidenta de algún Estado importante que desarrollara un papel fundamental a nivel mundial. Y no estoy pensando en Condoleezza Rice ni en Laura Bush precisamente.
Bueno no me quiero desviar más del tema del que me gustaría hablar pero todo lo anteriormente tiene su relación con lo que ahora viene por una cosa que me ha ocurrido esta semana y que me ha servido para corroborar algo de lo que antes estaba ya casi seguro, no hay arma más eficaz que la sonrisa de una chica, o al menos para alguien heterosexual supongo. Y lo peor de todo es que son conscientes de su poder y no dudan en utilizarlo contra nosotros.
La situación de la que antes hablaba era que, tras un choque que tuve con una chica, quedamos a los dos días para hablarlo e intentar solucionarlo. Yo iba al duelo, creo que no es un mal símil ya que hablamos de armas, cargado de mis razones caviladas con anterioridad, consciente también de mis puntos débiles, más o menos convencido de poder conseguir una victoria. Iba mentalizado de no ceder, mantenerme cómo hasta ahora o al menos no cambiar en demasía pero con ganas de solucionarlo, claro. El cara a cara se produce y después de la sonrisa previa y los dos besos en la mejilla que recibí, inconscientemente retrocedí un paso. Ella va al baño y mientras está allí volví a jurarme que debía ser firme a la vez que flexible, pero más de lo primero. Ella vuelve y ahora parece que sí va a comenzar la batalla, pero de repente, antes justo de empezar, sonríe de nuevo y te pregunta que qué te pasaba el otro día.
El cargador de tu pistola se abre, tus razones en forma de balas caen al suelo y antes casi de empezar, estás en desventaja clara. Aprietas el gatillo pero tus argumentos se los come el aire, no tienen la fuerza con la que soñaste ayer mientras los suyos suenan más creíbles mientras te van golpeando duramente, penetrando en tu pecho, van hiriéndote poco a poco y según va avanzando el combate, la victoria total se va alejando, tornándose ya imposible y antes de que te des cuenta, estás firmando una paz honrosa, casi un armisticio.
Tras el duelo es cuándo caí que mi error fue el habérseme pasado por la cabeza, aunque sólo fuera por un momento, la idea de que la batalla iba a ir por los derroteros previstos. En cierta manera sí es así pero en toda lucha hay un porcentaje de improvisación y del éxito depende la rapidez de tus reflejos y la defensa del adversario, claro. Estas líneas nacieron tras la evocación de la chica soñada y no quieren terminar sin destacar que el fin de este escrito es alabarla, alabarlas a todas ellas, porque a pesar de todo no podemos y, qué coño, no queremos vivir sin ellas. En contra de esto se encuentran los disgustos que nos dan y su comportamiento en ciertas ocasiones, asunto mucho más difícil de entender en mi opinión que el enchochamiento que sufrimos cada vez que las vemos sonreír. Seres predecibles los hombres.

Álvaro.


PD: Al igual que África fue un capricho de los europeos.

5 comentarios:

  1. Seres muy predecibles, Álvaro. Tú y yo entre ellos

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  2. Cualquier sonrisa es buena, y es capaz de hacerte ver las cosas de otra manera.

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  3. siempre buenrollismo. Una sonrisa denota algo bueno fijo.

    tu lo sabes, porq eres happy

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  4. Una sonrisa siempre es positiva. Hay que ser buenrollista siempre. O al menos intentarlo.

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