Aniversario Necio

sábado, 11 de octubre de 2008

Era John Wayne


(Foto: www.john-wayne-dvds.co.uk)

Vomitaba mocos llenos de sangre. Eran las arrugas de la frente lo que le mantenían con vida. La uña larga del dedo meñique de su mano izquierda. Su barba rojiza y canosa. Aquellos chascarrillos de su época militar.

Se sentaba con las piernas arqueadas hacia un lado. El palillo entre los dientes. El periódico cubriéndole una tripa llena de cicatrices y operaciones. Mordía la manzana con un ritmo lento, mientras se colocaba las gafas con cristales color crema en sus ojos cansados. Serenos, pero cansados. Con ese aspecto de funcionario anclado en los años setenta. Pantalones de campana, incluidos.

Sólo veía películas del oeste. Donde John Wayne era el maltratador machista que siempre mataba a los indios que cortaban cabelleras. Donde los vaqueros fumaban compulsivamente y bebían vasos cortos de whisky de tres equis. Se quitaba los zapatos y tocaba el suelo con sus calcetines, al tiempo que tarareaba el sonido de la trompeta cuando llegaba el séptimo de caballería.

Se dormía apenas había comenzado la película. Antes de que muriera el primer indio. Cuando sólo habían pasado cinco minutos y las cadenas autonómicas todavía no habían tenido tiempo para recordarnos que la sociedad es consumista. Que el consumismo es el único hobby de la sociedad.

Sudaba, sudaba mucho. Y roncaba, roncaba mucho. De su boca salía un extraño sonido discontinuo que se entremezclaba con su respiración. Eran los ronquidos de una persona trabajadora. Y extasiada. Por las horas interminables de trabajo y los años acumulados de decepciones y costumbres.

Al menos, siempre le quedaba soñar que era John Wayne.

Kip.

PD: De Kip: "Eran las arrugas de la frente lo que le mantenían con vida".

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