Me encanta la ironía. Sobre todo, la ironía que tienen el mundo y el cerebro de los seres humanos. Hace poco, recuerdo que le dije a mi compañero de trabajo Javi que algún día le contaría porque decidí convertirme en adalid del happysmo. No creo que aún sea el momento de decirlo, pero sí que os voy a contar una cosa que pensé desde mi adolescencia y que cada vez creo con más firmeza: todo depende de uno mismo. La felicidad, la tristeza, la suerte, el destino, la desgracia, el trabajo... Todo, absolutamente todo, depende de uno mismo. Y de su estado y capacidad para afrontar los avatares de la vida en esta sociedad.
De hecho, considero que todo el mundo puede llegar a la misma conclusión cuando lo pierde todo, ya sea a nivel amoroso, de amistad, familiar, profesional, monetario o de salud. Sólo hay dos formas de encarar la vida: deprimirte y aceptar con resignación todo lo negativo, o levantarte contra el desánimo y luchar por recuperar el timón de tu vida y de tus actos. La segunda opción, en definitiva, sería cercana al happysmo.
Sin embargo, el mundo, los seres humanos, su cerebro, es irónico. Quizá porque en la ironía se encuentra el verdadero mensaje de las relaciones humanas. Y porque no puede haber nada más irónico que la propia ironía. Seré sincero, como nunca hasta ahora lo he sido en este espacio y como casi nunca lo seré: soy inmensamente feliz en todos los aspectos de mi vida. Nunca había sido tan feliz como hasta ahora y nunca había vivido un periodo tan feliz como éste. En todos los aspectos: principalmente, conmigo mismo; después, con mi familia; a continuación, con mis amigos; y, por último, a nivel profesional. Una felicidad que podría denominar, sin temor a equivocarme, plena. Aunque, a veces, nuestro cerebro sea irónico.
Digo toda esta parrafada, porque es probable que, durante una época que no puedo calibrar en tiempo, este espacio vea reducido su ritmo de entradas. Por circunstancias que podría contar, pero que no vienen al caso, creo que va a ser difícil que mantenga ese ritmo de dos y media o tres entradas diarias que hasta ahora hemos -más o menos- conseguido mantener entre todos. Asimismo, también es muy probable que las distintas secciones del blog sufran modificaciones al alza en su tiempo -que no en su forma- de publicación y pasen a tener una periodicidad mayor que la de dos semanas. Intentaré que no suceda, os lo aseguro, y que todo se mantenga más o menos en los mismos parámetros, porque, de nuevo recurro a la sinceridad, este espacio -y vuestra colaboración- es para mí como la terapia de grupo para el alcohólico anónimo. Por ello, quiero seguir animando a todos a que continuéis enviándome vuestras colaboraciones al ritmo que siempre lo habéis hecho, porque, os aseguro de nuevo, que, si bien quizá no las subo inmediatamente como he hecho hasta ahora, sí que las subiré. Ahora mismo este espacio es una de las partes más importantes -y que más me llenan- de mi vida y por nada del mundo quiero que esto decaiga. Y tampoco conozco mejor medicina que ésta para poder seguir siendo feliz.
Espero que todos lo podáis entender. O, al menos, dentro de los límites de entendimiento que pueda tener esta explicación confusa, aunque necesaria.
PD: La foto soy yo bajo el cielo de Almansa.
PD2: Quiero despedirme con una cita que parece que está hecha a propósito para este momento. Es de la película 'American Beauty': "A veces hay tantísima belleza en el mundo, que siento que no lo aguanto, y que mi corazón se está derrumbando".