Seguimos celebrando en este espacio el vigésimo aniversario de la charanga Klandestinos. Así que os dejo la cuarta entrada de 'Veinte años Klandestinos', unas historias basadas en hechos reales que salen de la cabeza de Dani. Gracias, Dani. Por cierto, os adelanto que los Klandestinos están inmersos ya en los últimos ensayos de su tercer disco -lo graban en abril- y preparan algo muy grande para el mes de junio... Aquí os lo adelantaremos...
VILLA DE ARANDA, SOTILLO DE LA RIBERA Y OTRAS TIERRAS DE CASTILLA (10/02/2007).
Muchos klandestinos en la convocatoria y otra gente de mal vivir. Al final, por circunstancias, el grupo quedó reducido a trece personas y con el señor Tintorro, catorce.
- Ya lo sabéis, chicos, podéis fumar, beber y lo que queráis en el autobús. A mi, durante muchos años, me han llamado el Don Juan de la Alcarria. Fui el primer actor porno de Guadalajara.
Pasaban veinte minutos de las diez de la mañana y ya estábamos todos. Los participantes, según Toño: forajidos, desertores, desheredados y en general personas a los que la sociedad ni ha querido ni quiere integrar. El destino: Aranda de Duero. El motivo: Herre se nos casaba en dos semanas y había que celebrarlo.
Ésta iba a ser una convocatoria muy especial, donde muchos de nosotros llegaríamos a creer que éramos individuos con variados dones, poseedores de subterfugios que nos harían inmunes a todo y en donde el vino haría de nosotros lo que quisiese, hasta reducirnos a escombros y guiñapos, títeres al compás de las uvas... hijos del vino.
No tardé en comprobar las numerosas posibilidades que ofrecía aquel grupo tan variopinto y, a la vez, tan homogéneo. Nombres como Aitor, Luisma, Herre, Manu, Chupacharcos, Toño, Tommy, Smith, Sergio o el sublime Mariano Moratilla garantizaban la más grande fiesta de los últimos años.
- Chicos, me he permitido el lujo de traer unos test para darle un matiz cultural a esta excursión.
- Bueno, esto empieza de manera espectacular.
- Son algunas cuestiones relacionadas con el vino, que a buen seguro harán las delicias de grandes y pequeños. Creo que antes de perder los papeles los deberíamos rellenar.
- Es que ahora, así, con el estómago vacío no me apetece mucho –protestó Mariano.
- Por favor, ahora que tú estás estudiando, no te va a costar nada –trató de convencerle Toño-. Me gustaría, de todas formas, que os leyeseis antes el dossier para una correcta realización. El ganador tendrá premio y no digo más.
- Pues yo insisto que llevo ya esta noche de juerga y no tengo demasiadas ganas de leer.
- ¡Joder, Mariano!, pues lo mandas a tomar por el culo, o te comes los papeles, te atragantas y ya tenemos el día coronao.
Poco a poco íbamos entrando en calor. A 42 km. de Aranda hicimos una escala técnica. Los cuerpos demandaban algo sólido para hacer masa y las primeras cañitas de la jornada.
- Esta noche nos vamos al Mississippi.
- ¿Qué dice este hombre?
- Que habrá que alternar en algún puti.
- No, no, usted se confunde con nosotros. Follar es para los albañiles, nosotros queremos comer y beber hasta reventar.
Tres rondas de cerveza, dos tortillas y algún café. Durante el trayecto hasta Aranda el ambiente se fue caldeando y empezó a circular algún que otro canuto. Los cuerpos se estaban despertando y había ganas de ir al grano.
- A ver: ¿os gusta comer, beber, hablar, reír, volver a comer y volver a beber, volver a hablar y volver a reír, o preferís ir a misa? Creo que está claro, aquí todos sois mayores de edad y habéis venido por iniciativa propia, así que a darle.
- Muy bien: la segunda calle a la derecha y nos tomamos los primeros vinitos.
No puedo decir que tuviera muchas ganas de beber, prefería comer (casi siempre prefiero comer), pero iba acompañado de un grupo que se movía con bastante confianza por aquellos locales. Un vino, dos vinos, tres vinos... seis vinos y sin comer.
- Ya va siendo hora de llenar el buche.
- Una más y nos vamos a por el cordero.
- Hoy esto acaba en drama, ¿eh?
Fueron unas cuantas rondas más, ya perdí la cuenta y no tenía, exactamente, hambre, pero sí una presencia en la boca del estómago que empezaba a dificultarme la normal deglución de mi Ribera de Duero.
Llegamos al poco al asador en cuestión. En la entrada, una señorita preguntó por nuestra reserva. Fuimos entrando al comedor, no se veía nada en especial, pero el olor fue como un estimulante y éste, en concreto, era lo suficientemente bueno como para nublar las pocas entendederas que nos quedaban.
El menú: ensalada, cordero y vino. Comimos y bebimos como si fuese el último día de nuestra vida. ¡Qué barbaridad! Y de repente, se sumó a la fiesta un comensal de la mesa de al lado. Un viejo blanquísimo, quizá porque su acompañante era una negra negrísima treinta años más joven, medio calvo, bien comido, trajeado y con aires chulescos. Se acercó a nuestra mesa, al lado de Toño y señaló a su acompañante:
- La negra me la compré hace unos meses. Me trata bien y me folla como Dios manda. Lo que pasa es que ahora ya me empieza a salir muy cara, pide mucho. ¿De dónde sois vosotros, jóvenes?
- De Guadalajara, de Castilla.
- Bueno, de Castilla-La Mancha.
- Se confunde, de Castilla, de la Castilla comunera.
- Así me gusta. De Castilla y, por supuesto, de España, ¿verdad?
- Sí señor, españoles de España. ¡Viva España!
No es que seamos nacionalistas de nada, ni de Castilla ni de España, pero había que pinchar y calentar al abuelo.
- Me llamo Ignacio, “el Ina” y es que yo que soy de Franco, porque soy muy de Franco y me compro negras y bebo vino, pues echo de menos jóvenes como vosotros. Gritad conmigo: ¡VIVA ESPAÑA! (Y nosotros a seguirle la corriente). Pero, tú, chaval, tú por qué llevas esas coletas de marica y siendo español como eres. ¿Cómo te llamas?.
- Me llamo Toño, don Ignacio, y es que es una promesa a la Virgen.
- Así me gusta, chaval, así me gusta. Mira aprovechando os voy a cantar una jota.
Y venga cánticos para acá y para allá y el viejo cada vez más caliente y más envalentonado y que si vascos y catalanes, que si moros y mujeres, que si rojos y blancos... ¡Madre mía que recital!
Comidos y excesivamente bebidos nos fuimos camino a las bodegas de Ismael Arroyo. Pronto empezó el espectáculo con el señorito Alberruche:
- Señor, señor, por favor, déjeme salir inmediatamente de este tugurio y devuélvame la chaqueta que tan miserablemente me han hurtado.
- Pero, chico, ¿se puede saber qué dices?
- Que me ha quitado mi chaqueta, bien simple, verdad.
- No le haga demasiado caso, ya sabe, la bebida...
- Si, pero se ha quedado con mi chaqueta y me costó un cojón.
A estas alturas, todo era posible. Por un lado, un pobre hombre intentando explicar detalladamente la magnitud de las bodegas que estábamos visitando, por otro lado, unos pobres inocentes tratando de escuchar y aprender y, al final del grupo, unos desgraciados, borrachos como cubas, buscando una chaqueta imaginaria, discutiendo con un abuelo, intentando no chocarse con las barricas, riéndose de estupideces sin sentido y cantando las excelencias del vino. Llegados al final de la visita, los que estaban más serenos pidieron mil y una excusa, mientras que los que habíamos perdido el norte nos empeñábamos en encontrarlo al final de una buena botella. Para expiar nuestras culpas y las de nuestros antepasados (si es que estuvieron alguna vez en estas bodegas) compramos vino para saciar a un regimiento y volvimos a Aranda.
En el último garito del que tengo un claro recuerdo, el grupo tenía una auténtica calidad pictórica, como uno de esos cuadros renacentistas en los que todo el mundo parece haberse quedado congelado alrededor del centro de la composición. A lo más, alguien se atrevía a mover el brazo para llevarse el cigarro o el cubata a la boca, o los ojos para cambiar momentáneamente el centro de atención a alguna moza garrida, carne irremediable de polígono.
Entrar en el autobús y salir hacia Guadalajara fue un pequeño alivio, sobre todo para algunos:
- No salgo más contigo, Negro. ¿Cómo puedes vomitar de esa manera en medio del local? Pero si echabas grumos de croquetas.
La radio adelantaba los partidos de la tarde y algo de una manifa en Madrid contra no se qué de De Juana Chaos, o algo igualmente absurdo, pero me alegró enormemente saber que la humanidad todavía se interesaba por el fútbol, que existía la televisión, los locutores, las manifestaciones y las revistas del corazón.
Dani.
PD: De Dani: "Personas a los que la sociedad ni ha querido ni quiere integrar".