(Foto: Carlos Bonilla)
Os dejo un relato que me envía Álvaro (gracias):
Oasis
-Pero… ¿quiénes estáis?-me preguntó Alfredo.
-Elena y yo. –Respondí.
-Pero… ¿los dos solos?-insistió él.
-Ehhh… sí, sí –contesté con calma.
Había notado, de todas maneras, el cambio de tono de su voz y la intención de la pregunta.
-Ahh pues…no sé si bajaremos. Es que…
Y aquí se sucedieron los tres segundos de silencio incómodo más confortables de mi vida, si hablamos de amistad. Cursi, ñoño y contento como estaba en ese momento, se me vino a la mente la idea de que si los corazones tuvieran boca, en ese instante el mío dibujaría la más sincera de las sonrisas. Por esa asociación de ideas. Fui feliz. Por un espejismo.
-…Bea está cansada del curro –continuó Alfredo-. Lo mismo al final nos apalancamos. Ahora te escribo con lo que vayamos a hacer ahora ¿vale?
Sabía perfectamente lo que significan esas palabras. Aun así, con una falsa mezcla de tristeza e incredulidad, dije:
-Vale tío, como queráis. Llamadnos si al final os animáis.
Después de despedirnos, seguí hablando con la chica que inquieta mi cabeza. A los cinco minutos, ocurrió lo esperado.
-Me acaba de escribir Alfredo. Al final no vienen, que Bea está cansada o no sé que –comenté.
Supuestamente despreocupado, no me molesté sin embargo en fingir decepción. Ella, con esos ojos verdes que últimamente están siempre apagados, me sugirió que nos fuéramos a tomar una copa a otro lado. Pagamos a medias la cuenta y salimos de la cervecería.
-Vale, pero rápida, que quiero llegar prontito a casa –respondí guardándome para mí la casa donde más deseaba ir.
La verdad es que dábamos el pego entre tanta pareja –todas mayores por cierto- como había en el bar. Era el clásico día para salir en ese rollo. Dejamos atrás el intenso frío y una fina lluvia para adentrarnos en ese bareto de musas rockeras y de cómicos baratos los lunes y miércoles. Tanto el nivel del alcohol como el de su precio eran más o menos aceptables.
Tenía como permanente himno de bienvenida a Oasis. Siempre lo recordaré así. Mi cara, sin tener que gesticular, debía pedir a gritos mi adorada “Wonderwall”. No sé, o debía coincidir que siempre entraba cuando sonaban los hermanos Gallagher. O quizá sólo lo estaba haciendo en ese momento y el resto de ellos, que vinieron entre copa en copa, buscaban imitar lo idílico de aquel. Ni idea. En serio. Solo sé que me encantó caer aquí, yendo en el rollo que iba. Entré con el rostro henchido, sonriendo a diestro y siniestro. Al poco, comencé a reírme imaginándome una de las famosas peleas entre Noel y Liam.
Y en esa mentira feliz a la que yo me había trasladado se le empezaron a unir bombonas de ego. Los comentarios, los susurros y las miraditas me hacían creérmelo mucho más. Joder, hasta me parecía de verdad posible. Desde lejos y sin conocimiento todo es más superficial y probable. Pero justo la probabilidad es lo que termina destrozando todo porque es la que agranda las decepciones.
A mí eso se me había olvidado en aquellos momentos. También lo de que él no paraba de revolotear en su mente. Lo sabía porque estaba muy bien informado. Se encargaba ella de recordármelo apesumbradísima a cada momento. Menos desde que entramos en el bar. Parecía que todo iba mejor. No daba la impresión de que existiese nada más ahí fuera. Todo tenía que ver con el espejismo, claro.
Todo iba tan bien esa noche... ¿sabéis cuando me di cuenta? Cuando lo intrascendente se estaba convirtiendo en mágico. Cuando lo corriente estaba pasando a ser especial. Cuando supe que volvería a recordar esos momentos con estremecimiento y nostalgia en una futura conversación. O cada vez que se pasase por mi mente. También lo noté al empezar a desviar la mirada de Sara, con la que nos habíamos sentado en la única mesa de seis situada en el fondo, y que me sonrió tres veces –sí, me acuerdo hasta de eso- de manera cómplice en las dos horas y algo que estuvimos juntos, viendo cómo nos mirábamos Elena y yo. Y cómo sonreía ella… Madre mía, era imposible permanecer impasible.
En ese instante me vino a la mente la absurda idea de que no me importaría que Elena fuera como Drew Barrymore en “50 primeras citas”. Joder, hasta me sorprendí pensando que yo aguantaría un tiempo siendo Adam Sandler. Quizá tenga razón aquel magnífico personaje literario que hablaba sobre lo perjudicial del cine, que nos crea la fantasía de historias irreales y nos aleja de lo mundano. Y yo creía en lo posible. En que se podía tardar el mismo tiempo en desenamorarse que en enamorarse. Si durante el resto de tiempo tenía que mantener la fe por cojones, ahora podía disfrutar, con y de ella.
Cuando volvimos a salir a la calle, que acababa de llenarse de jóvenes pasados con más ganas de fiesta, llovía. Sabía que antes había dejado de caer agua porque la gente que entró en el bar detrás de nosotros venía seca. Nos pusimos a andar en dirección a nuestras casas, que estaban prácticamente pegadas. Me moría de ganas de rozar sus dedos –me puse a su izquierda por si la cogía la mano de ese mismo lado, que no tiene ningún anillo. Así de gilipollas soy- pero no lo hice. Creo que no lo hubiera rechazado pero ni con esas me atreví. Ya no me sentía tan bien como antes.
Llegamos a nuestra calle sin haber intercambiado una palabra en los veinte minutos de camino. El único sonido que escuchamos mientras tanto fue el canturreo de Ballantains, de Violadores del Verso. Tengo que decir que odio el rap en general y esa canción en particular por unos motivos que ahora no vienen a cuento detallar. De todas maneras, me sorprendió que las frases salieran de dos tías, borrachas de whisky probablemente, pero en apariencia pijísimas. En fin. Cada vez me sentía peor. En parte estaba frustado conmigo mismo, aunque no sabía por qué. Hoy lo llamo pálpitos premonitorios.
El caso es que no sé cómo tardamos tanto. No nos paramos en el portal de siempre, que estaba ocupado por una preciosa chica morena que se dejaba meter mano por el clásico baboso de fin de semana. Nunca entenderé a las tías que se engatusan de esa manera ni a los tíos que usan de la victoria por puntos su única arma de combate. A mí los KO`s siempre me han resultado más satisfactorios. La insistencia, que suele ser sinónimo de pesadez, me parece penosa. La poca voluntad y el sincerísimo arrepentimiento femenino del día después, también. Después de pasar por delante de tamaño espectáculo, nos paramos dos portales más abajo, el de su casa.
El remordimiento, que había estado camuflado a medias por la mala leche, empezó a aflorar en mi. Estábamos bastante pegados y por primera vez desde hacía un buen rato, la miré a la cara. Acaricié su mejilla tocando el lunar que tanto me atrae. Tenía los ojos enrojecidos.
-No voy a poder olvidarle nunca, Javi. Sabes, antes, en el bar,estuve…bueno , todo el tiempo estoy pensando en Rubén- dijo Elena entre pucheros justo antes de echarse a llorar definitivamente a mis brazos.
Sin creer en mi puta respuesta, dije:
-Pasará, te lo prometo. Date tiempo. Sin contacto dejarás de quererle. Yo estaré aquí siempre, te cuidaré. Conocerás a alguien.
No tenía que haber terminado con esa puta frase. Siempre me arrepiento de decir cosas tan gilipollas pero en el momento es lo único que me sale. Soy tan generoso con las mujeres que me gustan ... Siempre les digo lo que creo que quieren oír, lo que puede animarlas. Todo tópicos. Mi potencial beneficio y posible partido se va al garete. No puedo evitarlo.
Abrazados como estábamos, se acercó a mi oído y me susurró:
-Gracias por estar siempre aquí. Te quiero mucho.
El tono inocente de las palabras me destrozó. Dejé que me besara. No mucho. Nos separamos. Antes de que sacase las llaves del bolso, yo ya me estaba marchando. Escuché a mi espalda el sonido de la puerta al cerrarse.
Llovía bastante cuando salí del soportal. Me puse la capucha de mi chaqueta y comencé a andar mirando el recorrido que marcaban mis Converse. Una lágrima cayó por mi mejilla. Creo que el espejismo acabó ahí. Después, no fui capaz de encontrar ninguna canción de Oasis en el Ipod.
Levanté la vista y tampoco pude oír o ver nada de lo que quería. Todo era desierto.
Álvaro.
PD: De Álvaro: "Pero justo la probabilidad es lo que termina destrozando todo porque es la que agranda las decepciones".
Os dejo un relato que me envía Álvaro (gracias):
Oasis
-Pero… ¿quiénes estáis?-me preguntó Alfredo.
-Elena y yo. –Respondí.
-Pero… ¿los dos solos?-insistió él.
-Ehhh… sí, sí –contesté con calma.
Había notado, de todas maneras, el cambio de tono de su voz y la intención de la pregunta.
-Ahh pues…no sé si bajaremos. Es que…
Y aquí se sucedieron los tres segundos de silencio incómodo más confortables de mi vida, si hablamos de amistad. Cursi, ñoño y contento como estaba en ese momento, se me vino a la mente la idea de que si los corazones tuvieran boca, en ese instante el mío dibujaría la más sincera de las sonrisas. Por esa asociación de ideas. Fui feliz. Por un espejismo.
-…Bea está cansada del curro –continuó Alfredo-. Lo mismo al final nos apalancamos. Ahora te escribo con lo que vayamos a hacer ahora ¿vale?
Sabía perfectamente lo que significan esas palabras. Aun así, con una falsa mezcla de tristeza e incredulidad, dije:
-Vale tío, como queráis. Llamadnos si al final os animáis.
Después de despedirnos, seguí hablando con la chica que inquieta mi cabeza. A los cinco minutos, ocurrió lo esperado.
-Me acaba de escribir Alfredo. Al final no vienen, que Bea está cansada o no sé que –comenté.
Supuestamente despreocupado, no me molesté sin embargo en fingir decepción. Ella, con esos ojos verdes que últimamente están siempre apagados, me sugirió que nos fuéramos a tomar una copa a otro lado. Pagamos a medias la cuenta y salimos de la cervecería.
-Vale, pero rápida, que quiero llegar prontito a casa –respondí guardándome para mí la casa donde más deseaba ir.
La verdad es que dábamos el pego entre tanta pareja –todas mayores por cierto- como había en el bar. Era el clásico día para salir en ese rollo. Dejamos atrás el intenso frío y una fina lluvia para adentrarnos en ese bareto de musas rockeras y de cómicos baratos los lunes y miércoles. Tanto el nivel del alcohol como el de su precio eran más o menos aceptables.
Tenía como permanente himno de bienvenida a Oasis. Siempre lo recordaré así. Mi cara, sin tener que gesticular, debía pedir a gritos mi adorada “Wonderwall”. No sé, o debía coincidir que siempre entraba cuando sonaban los hermanos Gallagher. O quizá sólo lo estaba haciendo en ese momento y el resto de ellos, que vinieron entre copa en copa, buscaban imitar lo idílico de aquel. Ni idea. En serio. Solo sé que me encantó caer aquí, yendo en el rollo que iba. Entré con el rostro henchido, sonriendo a diestro y siniestro. Al poco, comencé a reírme imaginándome una de las famosas peleas entre Noel y Liam.
Y en esa mentira feliz a la que yo me había trasladado se le empezaron a unir bombonas de ego. Los comentarios, los susurros y las miraditas me hacían creérmelo mucho más. Joder, hasta me parecía de verdad posible. Desde lejos y sin conocimiento todo es más superficial y probable. Pero justo la probabilidad es lo que termina destrozando todo porque es la que agranda las decepciones.
A mí eso se me había olvidado en aquellos momentos. También lo de que él no paraba de revolotear en su mente. Lo sabía porque estaba muy bien informado. Se encargaba ella de recordármelo apesumbradísima a cada momento. Menos desde que entramos en el bar. Parecía que todo iba mejor. No daba la impresión de que existiese nada más ahí fuera. Todo tenía que ver con el espejismo, claro.
Todo iba tan bien esa noche... ¿sabéis cuando me di cuenta? Cuando lo intrascendente se estaba convirtiendo en mágico. Cuando lo corriente estaba pasando a ser especial. Cuando supe que volvería a recordar esos momentos con estremecimiento y nostalgia en una futura conversación. O cada vez que se pasase por mi mente. También lo noté al empezar a desviar la mirada de Sara, con la que nos habíamos sentado en la única mesa de seis situada en el fondo, y que me sonrió tres veces –sí, me acuerdo hasta de eso- de manera cómplice en las dos horas y algo que estuvimos juntos, viendo cómo nos mirábamos Elena y yo. Y cómo sonreía ella… Madre mía, era imposible permanecer impasible.
En ese instante me vino a la mente la absurda idea de que no me importaría que Elena fuera como Drew Barrymore en “50 primeras citas”. Joder, hasta me sorprendí pensando que yo aguantaría un tiempo siendo Adam Sandler. Quizá tenga razón aquel magnífico personaje literario que hablaba sobre lo perjudicial del cine, que nos crea la fantasía de historias irreales y nos aleja de lo mundano. Y yo creía en lo posible. En que se podía tardar el mismo tiempo en desenamorarse que en enamorarse. Si durante el resto de tiempo tenía que mantener la fe por cojones, ahora podía disfrutar, con y de ella.
Cuando volvimos a salir a la calle, que acababa de llenarse de jóvenes pasados con más ganas de fiesta, llovía. Sabía que antes había dejado de caer agua porque la gente que entró en el bar detrás de nosotros venía seca. Nos pusimos a andar en dirección a nuestras casas, que estaban prácticamente pegadas. Me moría de ganas de rozar sus dedos –me puse a su izquierda por si la cogía la mano de ese mismo lado, que no tiene ningún anillo. Así de gilipollas soy- pero no lo hice. Creo que no lo hubiera rechazado pero ni con esas me atreví. Ya no me sentía tan bien como antes.
Llegamos a nuestra calle sin haber intercambiado una palabra en los veinte minutos de camino. El único sonido que escuchamos mientras tanto fue el canturreo de Ballantains, de Violadores del Verso. Tengo que decir que odio el rap en general y esa canción en particular por unos motivos que ahora no vienen a cuento detallar. De todas maneras, me sorprendió que las frases salieran de dos tías, borrachas de whisky probablemente, pero en apariencia pijísimas. En fin. Cada vez me sentía peor. En parte estaba frustado conmigo mismo, aunque no sabía por qué. Hoy lo llamo pálpitos premonitorios.
El caso es que no sé cómo tardamos tanto. No nos paramos en el portal de siempre, que estaba ocupado por una preciosa chica morena que se dejaba meter mano por el clásico baboso de fin de semana. Nunca entenderé a las tías que se engatusan de esa manera ni a los tíos que usan de la victoria por puntos su única arma de combate. A mí los KO`s siempre me han resultado más satisfactorios. La insistencia, que suele ser sinónimo de pesadez, me parece penosa. La poca voluntad y el sincerísimo arrepentimiento femenino del día después, también. Después de pasar por delante de tamaño espectáculo, nos paramos dos portales más abajo, el de su casa.
El remordimiento, que había estado camuflado a medias por la mala leche, empezó a aflorar en mi. Estábamos bastante pegados y por primera vez desde hacía un buen rato, la miré a la cara. Acaricié su mejilla tocando el lunar que tanto me atrae. Tenía los ojos enrojecidos.
-No voy a poder olvidarle nunca, Javi. Sabes, antes, en el bar,estuve…bueno , todo el tiempo estoy pensando en Rubén- dijo Elena entre pucheros justo antes de echarse a llorar definitivamente a mis brazos.
Sin creer en mi puta respuesta, dije:
-Pasará, te lo prometo. Date tiempo. Sin contacto dejarás de quererle. Yo estaré aquí siempre, te cuidaré. Conocerás a alguien.
No tenía que haber terminado con esa puta frase. Siempre me arrepiento de decir cosas tan gilipollas pero en el momento es lo único que me sale. Soy tan generoso con las mujeres que me gustan ... Siempre les digo lo que creo que quieren oír, lo que puede animarlas. Todo tópicos. Mi potencial beneficio y posible partido se va al garete. No puedo evitarlo.
Abrazados como estábamos, se acercó a mi oído y me susurró:
-Gracias por estar siempre aquí. Te quiero mucho.
El tono inocente de las palabras me destrozó. Dejé que me besara. No mucho. Nos separamos. Antes de que sacase las llaves del bolso, yo ya me estaba marchando. Escuché a mi espalda el sonido de la puerta al cerrarse.
Llovía bastante cuando salí del soportal. Me puse la capucha de mi chaqueta y comencé a andar mirando el recorrido que marcaban mis Converse. Una lágrima cayó por mi mejilla. Creo que el espejismo acabó ahí. Después, no fui capaz de encontrar ninguna canción de Oasis en el Ipod.
Levanté la vista y tampoco pude oír o ver nada de lo que quería. Todo era desierto.
Álvaro.
PD: De Álvaro: "Pero justo la probabilidad es lo que termina destrozando todo porque es la que agranda las decepciones".
A modo de telegrama: Enamorado está. STOP. Sé de quien habla. STOP. Espectacular relato. STOP. No tengo palabras para describirlo. STOP. Sencillamente magistral. STOP. El alumno ha superado al maestro. STOP.
ResponderEliminarCojonudo!
ResponderEliminarNo tengo más palabras para describir lo que leido.
ResponderEliminarMe has hundido macho, has dejado el liston muy alto.
Voy a dedicarme a la fotografia...
P.D.: Relato de Pagafantismo puro y duro.
El relato de pagafantismo, como dice Torni, es COJONUDO; con todas las letras Alvarín. Muy muy bueno. Muy muy profundo, muy muy biográfico? jajaja.
ResponderEliminarJoder, Álvaro. Me has dejado (como a todos, creo) sin palabras. Buenísimo, amigo. Sencillamente buenísimo.
ResponderEliminarA Torni: Tú puedes dedicarte a todo lo que te propongas...
ResponderEliminarA Edu: Muy, muy, muy de todos los adjetivos positivos que se me ocurren...
A Diego: Sin duda...
A Deejay: No.STOP. Seguramente. STOP. Gracias por los 3 siguientes. STOP. Para nada.STOP.
ResponderEliminarA Torni:Gracias.Anda que tu último relato era malo...dedícate a lo que desees pero vamos, que no por nada de esto lo "dejes". Ojala tuviera la misma idea de fotografía como tú de escribir. La idea no estaba pensada desde el pagafantismo pero creo que tienes toda la razón...
A Edu:Gracias. Veo que tú también lo has visto así. El relato tiene una pequeña parte biográfica pero la mayor parte es inventado, la mayor parte.
A Diego: Muchas gracias amigo. Y ahora,a ponernos a estudiar inf.deportiva no?jeje un braso.
Deejay, que se me había olvidado. Este relato sí que tenía título, aunque no era con el que lo has subido jajaj. No pasa nada porque creo que este me gusta más que el otro...
ResponderEliminarSi, la parte autobiográfica es la del Rap, que lo odias.
ResponderEliminarVoy a preparar una bola de nieve, sush vaish a cagar !!!
jajaj sí Torni, ahí le has dado. Sin duda los tiros van por ahí
ResponderEliminarA Álvaro: Sí. STOP. Sí. STOP. De nada, de nada, de nada. STOP. Sí. STOP... PD: No vi el título, pero creo que este título está bien, especialmente, en contraposición con el final...
ResponderEliminarA Torni: Bola de nieve???... No, por favor, más nieve en viernes ni de coña...