El sistema funciona

(Foto: María Cuevas)

Nunca te enseñan a perder tu miedo a hablar en público y, cuando te quieres dar cuenta, estás huyendo de todas las convenciones sociales que te han inculcado desde pequeño. Obedeces órdenes sin preguntarte su razón de existir y callas para poder parecer lo suficientemente políticamente correcto para ser aceptado por los demás.

El sistema funciona por el silencio. Y nadie cuestiona su fiabilidad. Nos obligan a consumir, a parecernos a esos gilipollas de los anuncios que usan maquinillas de afeitar hasta para rasurarse el pelo de los tobillos. Y siempre se llevan el dinero los mismos. Hijos de banqueros que se casan con hijas de banqueros. Empresarios de la nueva ola que se casan con supermodelos cocainómanas. Hijos bastardos de reyes de estados republicanos que se casan con princesas de la subnormalidad. Aristócratas, burgueses, señores de la prensa rosa que comen su caviar en yates que ensucian el ya de por sí sucio Mar Mediterráneo.

Ni siquiera sabemos si nuestro trabajo nos llena, pero sí que nos llena el último ‘gadget’ de Sony. Lo dice la Rolling. Lo dice Rockdelux. Y nuestros oídos se pierden en los grupos de música que nos programan. Las películas que nos vomitan. Los libros que sólo aparecen en las estanterías de todas las grandes superficies.

Ni siquiera tenemos dinero para viajar o para vivir. Y nos sujetamos a un curro de mierda en el que no nos pagan ni una mierda. Tarde, mal y nunca.

Somos egoístas, individualistas y no nos sabemos relacionar. Por exceso o por defecto.

Y tu cabeza empieza a pensar si no sería mejor que te echaran a la calle. Si el mundo volviera al principio. Si ya no tuvieras nada. Quizá así serías libre. Quizá así podrías volver a empezar.

Al menos, eres feliz. Eso es lo único que cuenta.

Kip.

PD: De Kip: "Eso es lo único que cuenta".