(Foto: http://www.buscape.cl/)
Cerró la puerta cuando ya no se escuchaban los gritos. Cuando todos los electrodomésticos habían saltado por la ventana, y sólo quedaban lloros y quejas. Resquemores de un amor imperecedero que se había derretido con el calor.
Agachó la cabeza y se sentó en la tapa del váter. Se encendió un cigarrillo y tiró al suelo la última revista sueca de decoración. Y pensó si merecía la pena amar para sufrir. Sentir lástima para ser feliz.
Se alegró y, al mismo tiempo, se enfadó. Lo primero por tener una persona a su lado que le aportaba tranquilidad y le hacía reír. Lo segundo porque en su primer día de trabajo en ese curro de mierda había ido a parar a una casa en la que el marido había dado un portazo a la puerta, mientras la mujer lloraba desconsolada en la cocina después de haber tirado los electrodomésticos por la ventana.
Les compadeció. Tiró el cigarrillo al suelo y fue a la cocina, donde la mujer seguía llorando de rodillas en el suelo. Le acarició la nuca y se despidió.
- Déjale, no merece la pena estar con alguien que no te hace feliz- se dirigió a la mujer desde la puerta de la entrada.
Mientras bajaba las escaleras de aquel nuevo apartamento del extrarradio se convenció de que su vida no era vender enciclopedias a domicilio.
Kip.
PD: De Kip: “No merece la pena estar con alguien que no te hace feliz”.
Cerró la puerta cuando ya no se escuchaban los gritos. Cuando todos los electrodomésticos habían saltado por la ventana, y sólo quedaban lloros y quejas. Resquemores de un amor imperecedero que se había derretido con el calor.
Agachó la cabeza y se sentó en la tapa del váter. Se encendió un cigarrillo y tiró al suelo la última revista sueca de decoración. Y pensó si merecía la pena amar para sufrir. Sentir lástima para ser feliz.
Se alegró y, al mismo tiempo, se enfadó. Lo primero por tener una persona a su lado que le aportaba tranquilidad y le hacía reír. Lo segundo porque en su primer día de trabajo en ese curro de mierda había ido a parar a una casa en la que el marido había dado un portazo a la puerta, mientras la mujer lloraba desconsolada en la cocina después de haber tirado los electrodomésticos por la ventana.
Les compadeció. Tiró el cigarrillo al suelo y fue a la cocina, donde la mujer seguía llorando de rodillas en el suelo. Le acarició la nuca y se despidió.
- Déjale, no merece la pena estar con alguien que no te hace feliz- se dirigió a la mujer desde la puerta de la entrada.
Mientras bajaba las escaleras de aquel nuevo apartamento del extrarradio se convenció de que su vida no era vender enciclopedias a domicilio.
Kip.
PD: De Kip: “No merece la pena estar con alguien que no te hace feliz”.
La vida es muy corta para un trabajo equivocado...
ResponderEliminar... o para compartirla con la persona equivocada...
ResponderEliminarA Miss carrusel: Ni que lo digas...
ResponderEliminarA Diego: Ni que lo digas...