(Foto: Elena Galán)
Entre las facturas del móvil y el borrador de la declaración de la Renta encontró una pequeña rendija. Era su futuro. En él sólo había dolores de espalda y de cuello, pinchazos en el estómago, calvicie, malos gestores y jaquecas.
Tiró las facturas al suelo, abrió la ventana de par en par, se encendió un cigarrillo y se puso a escribir en un folio en blanco. O, quizá, en una agenda-regalo de alguna marca comercial. Comenzó a escribir:
- “Hoy me he echado una siesta de once minutos y trece segundos. Ha sonado el teléfono. Me he despertado con los párpados tremendamente pesados, ojeras moradas y legañas pegajosas. Mis pies estaban fríos y mis calcetines, mojados. Me duele la parte inferior de la espalda. Antes me dolía el cuello. Parece ser que el dolor es caprichoso y avanza tan lentamente como los sentimientos. Rodea mi corazón, pero no me engancha. A veces, supongo, sí. Otras, no. Hoy me he despertado y, sí, me dolía la espalda. He hecho varios estiramientos pero me sigue doliendo. Mis párpados no dejan de estar pesados”.
Lo leyó con cautela mientras recomponía los números de su factura del móvil. Y encontró otra rendija. Era su futuro, pero había cambiado. Ahora, en lugar de dolores de espalda y de cuello había paseos interminables; en vez de pinchazos en el estómago había comidas en restaurantes con olor a pueblo; no había calvicie, había atardeceres eternos; y los malos gestores y las jaquecas habían sido sustituidos por risas y palabras escritas por él mismo.
Cogió de nuevo el folio en blanco. Y se puso a escribir:
- “Si de verdad necesitas escribir lo que acabas de ver en esa rendija es que eres gilipollas. Olvídate de copiarlo con pobres palabras en un papel, ni siquiera quieres que nadie lo lea; y dedícate a vivirlo. Es tu futuro. No lo desaproveches”.
Kip.
PD: Quiero un dulce postre.
Entre las facturas del móvil y el borrador de la declaración de la Renta encontró una pequeña rendija. Era su futuro. En él sólo había dolores de espalda y de cuello, pinchazos en el estómago, calvicie, malos gestores y jaquecas.
Tiró las facturas al suelo, abrió la ventana de par en par, se encendió un cigarrillo y se puso a escribir en un folio en blanco. O, quizá, en una agenda-regalo de alguna marca comercial. Comenzó a escribir:
- “Hoy me he echado una siesta de once minutos y trece segundos. Ha sonado el teléfono. Me he despertado con los párpados tremendamente pesados, ojeras moradas y legañas pegajosas. Mis pies estaban fríos y mis calcetines, mojados. Me duele la parte inferior de la espalda. Antes me dolía el cuello. Parece ser que el dolor es caprichoso y avanza tan lentamente como los sentimientos. Rodea mi corazón, pero no me engancha. A veces, supongo, sí. Otras, no. Hoy me he despertado y, sí, me dolía la espalda. He hecho varios estiramientos pero me sigue doliendo. Mis párpados no dejan de estar pesados”.
Lo leyó con cautela mientras recomponía los números de su factura del móvil. Y encontró otra rendija. Era su futuro, pero había cambiado. Ahora, en lugar de dolores de espalda y de cuello había paseos interminables; en vez de pinchazos en el estómago había comidas en restaurantes con olor a pueblo; no había calvicie, había atardeceres eternos; y los malos gestores y las jaquecas habían sido sustituidos por risas y palabras escritas por él mismo.
Cogió de nuevo el folio en blanco. Y se puso a escribir:
- “Si de verdad necesitas escribir lo que acabas de ver en esa rendija es que eres gilipollas. Olvídate de copiarlo con pobres palabras en un papel, ni siquiera quieres que nadie lo lea; y dedícate a vivirlo. Es tu futuro. No lo desaproveches”.
Kip.
PD: Quiero un dulce postre.
Yo si que quiero leerlo y por que no, también verlo.
ResponderEliminarEl postre es mi plato preferido...jejeje
Jajaja... De verdad?... Jajaja...
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